Con el inicio del nuevo curso escolar los problemas de acoso vuelven a estar en el punto de mira de todos, especialmente de los progenitores y tutores de estos menores. Desgraciadamente, y a raíz del COVID-19, los padres no sólo deben preocuparse de prevenir y detectar el acoso dentro de las aulas, sino también fuera de ellas. Las clases online y las redes sociales pueden ser otro foco de acoso hacia los menores
tal y como reflejan los estudios más recientes, como el de la Fundación ANAR, en donde se indica que este tipo de violencia ha ido en alza desde el 2020.
Este informe refleja que el 36,5% de los casos de hostigamiento entre menores del primer ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria se dan de manera online y que el 70% de las victimas son chicas.
El acoso a través de internet o ciberbullying
se puede definir como un tipo de acoso no presencial entre menores de edad a través de las nuevas tecnologías
como foros, redes sociales o mensajería instantánea en el que se ataca a la víctima mediante insultos, difusión de imágenes, videos, etc. La situación revista gran gravedad, al no poder borrar de la red sus imágenes o videos de manera permanente así como por la rápida difusión de los contenidos de manera online. Por ejemplo, este verano la guardia civil investigó a cuatro menores que difundieron en redes un video sexual de una menor de catorce años a alumnos del colegio donde estudiaba la menor.
Los motivos del ciberbullying son similares por no decir casi idénticos a los que se reflejan en el acoso escolar: diferencias económicas, identidad sexual, gordofobia, racismo, entre otros. Sin embargo, el menor o los menores que acosan de manera virtual a sus compañeros no son conscientes del daño que provocan: al no ver la reacción de la victima y no tener consecuencias pueden carecer de empatía.
Por tanto, la lucha de padres y tutores ya no se encuentra únicamente en el colegio, sino también fuera de las aulas. Un control de la actividad del menor en internet
o estar alerta ante cambios físicos o psíquicos pueden ser herramientas muy sencillas a la par que efectivas.
Con la introducción de la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia
se marcan nuevos objetivos para evitar este tipo de situaciones.
Respecto a los centros escolares se les exige implementar un plan de convivencia
junto a protocolos de actuación para prevenir, detectar y mitigar el acoso escolar, el ciberacoso, el acoso sexual u otros tipos de violencia y abusos en los que se vean implicados los menores.
Estos protocolos de actuación deberían contener una guía de actuación
paso a paso de como intervenir en el supuesto de existir un caso ciberbullying, además de medidas para prevenir y detectar este tipo de casos de acoso y mitigarlos lo más rápido posible.
Asimismo, se dispone que los centros deben contar con una persona encargada
de llevar a cabo estos proyectos, poniendo especial atención al uso de las nuevas tecnologías, la protección de datos personales y la dignidad e intimidad a través de ciclos formativos no sólo a los menores, sino también a sus padres, tutores, docentes y todo el personal del centro educativo, para que detecten de manera temprana este tipo de situaciones y sepan como actuar.
Otra herramienta muy útil para detectar el ciberacoso pueden ser los canales éticos: un buzón donde los menores puedan avisar, preguntar o alertar
sobre posibles casos de acoso. Los canales éticos son muy importantes en Compliance y han ayudado en muchas ocasiones a detectar o mitigar el riesgo de manera temprana, evitando consecuencias más gravosas, por lo que implementarlo en los centros educativos puede ser una buena idea para prevenir lo que se conoce como “la ley del silencio”, es decir, el no denunciar o alertar de casos acoso por miedo a las represalias de sus compañeros y ser llamados “chivatos”.
En definitiva, prevenir o evitar que nuestros menores sean victimas del acoso a través de internet supone una ardua tarea en la que no sólo deben verse implicados los menores, sino también el centro educativo y los progenitores y tutores. Establecer mecanismos de escucha activa, jornadas de sensibilización y formación así como una guía de actuación de como intervenir
dependiendo de factores tales como las edades de los menores, sus situaciones personales o el grado de violencia pueden suponer un gran éxito a la hora de mitigar estas conductas. No obstante, como hemos dicho, lo mejor es evitar que este tipo de comportamientos se lleven a cabo, por lo que contar con pautas de prevención
resulta esencial para mejorar la convivencia y protección de los menores tanto fuera como dentro de las aulas.